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Del enfoque culturalista a la perspectiva política

Máximo Cajal *

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La globalización ha provocado, entre otros fenómenos, el paradójico de un encogimiento del horizonte vital de numerosos seres humanos, de los más vulnerables en particular a quienes, sin embargo, también ha abierto los ojos. Sobrecogidos por su impacto, temerosos de perder sus raíces, sin un destino vital al que dirigir sus pasos, abandonados casi siempre por Estados a menudo fallidos donde malviven, buena parte de ellos se refugian en sus prácticas culturales o en sus creencias religiosas cual si fueran el único andamiaje capaz de sostener y amparar el frágil edificio de su personalidad tanto individual como colectiva. Perciben amenazada su identidad por una invasión tanto más temible cuanto que, insidiosa, se filtra en sus cabezas a través de tecnologías a las que, por otra parte, no pueden renunciar. Simultáneamente, al mirarse en el espejo de las pantallas de sus televisores, cientos de millones de mujeres y hombres resienten con creciente virulencia la injusticia de su situación, la flagrante desigualdad de poder y la irreversibilidad de su degradante condición humana; la certeza de su permanente humillación.

 

Es la política, no la cultura o la religión

Se produce así una, si cabe, más rotunda y agresiva reafirmación identitaria. Pues, como desde un primer momento afirma el Informe del Grupo de Alto Nivel, si bien la brecha entre poderosos y desasistidos, entre ricos y pobres, entre los diferentes grupos políticos, clases, ocupaciones y nacionalidades, tiene más poder explicativo que los estereotipos, cuando la desigualdad es instrumentalizada por terceros interesados, se consolidan y agudizan opiniones de por sí polarizadas que acaban por convertirse en conflictos de identidad aparentemente irresolubles. “En este contexto, añade, nunca ha sido mayor la necesidad de tender puentes entre las sociedades, de fomentar el diálogo y el entendimiento y de forjar la voluntad política colectiva de abordar los desequilibrios del mundo. Esta tarea urgente es la raison d´être de la Alianza de Civilizaciones”.

Aun cuando, en efecto, muchos de los conflictos que asolan hoy el mundo están teñidos de elementos religiosos o culturales, no fueron consideraciones de esta naturaleza las que llevaron al Presidente del Gobierno de España a lanzar su propuesta. Es la política, no la religión o la cultura, lo que está en la base de la división que se aprecia entre las sociedades y entre los pueblos, en particular en el progresivo desencuentro entre los mundos occidental y musulmán, y en el temor de que se profundice la brecha que los separa con el peligro añadido de desestabilización mundial que lleva aparejado:

Somos conscientes de que las causas que subyacen a las nuevas amenazas se nutren de dos tipos de fenómenos: de un lado, el agravamiento de situaciones económicas y políticas manifiestamente injustas; de otro lado, que con frecuencia se apoya y florece en el anterior, por la radicalización y la distorsión de la propia cultura, que se vuelva en sí misma y se constituye en el instrumento excluyente de la salvación propia.

Con estas palabras, Rodríguez Zapatero planteaba ante la Cumbre de la Liga Árabe, reunida en Argel el 10 de marzo de 2005, el fundamento de su construcción doctrinal para combatir la violencia terrorista pero, también, para hacerlo contra todos los extremismos y para acallar las voces que exacerban las diferencias y el desprecio de la diversidad, cultural, religiosa o racial. Para atajar estos planteamientos, el Presidente del Gobierno reiteró entonces su posición. Era preciso actuar decididamente para resolver los problemas reales, superar las desigualdades existentes, borrar de las mentes los prejuicios y erradicar la intolerancia. Estas medidas, ciertamente, no son novedosas en sí mismas. Sí lo son, en cambio, si se integran en una visión estratégica, en un contexto más amplio, en la medida en que, para acabar con aquellos males, sus recetas suponen un rechazo del recurso exclusivo a la fuerza, y porque solamente podrán fructificar y alcanzar los objetivos perseguidos si son puestas en práctica en un orden internacional más justo y pacífico.

 

Un nuevo marco de interdependencia y de cooperación

Porque el mundo unipolar que hemos conocido comienza a dar señales inequívocas de agotamiento y en el horizonte se atisba ya un sistema internacional inédito, multipolar esta vez, en el que, junto a los Estados Unidos de América, asoman ya otras potencias, China, India, Japón, Rusia, la Unión Europea y, detrás de ellas, por qué no, otros posibles nuevos actores mundiales, Brasil, Indonesia, México, Nigeria, que también querrán dejar oír su voz en ese nuevo escenario. Pero para que este esquema pueda funcionar en armonía es preciso que se impongan otras reglas de juego, un nuevo orden multilateral sujeto a unas pautas de moral unánimemente aceptadas dentro de un sistema de Naciones Unidas democrático y eficaz. O, lo que es lo mismo, un marco de interdependencia y de cooperación inspirado en los mismos principios y orientado a los mismos objetivos sobre los que opera la Alianza de Civilizaciones.

Este mismo planteamiento, como era obligado, aparecía también en los trabajos llevados a cabo por el Grupo de Alto Nivel establecido por el Secretario General de Naciones Unidas en septiembre de 2005. En los Principios Rectores de su Informe, el análisis político es omnipresente: la perspectiva multipolar, el estado de derecho para regular eficazmente un mundo cada vez más interdependiente y globalizado, el pleno respeto de los derechos humanos, la diversidad de civilizaciones y culturas como rasgo básico de la sociedad humana, la gobernanza democrática. También la religión, por el papel decisivo que puede desempeñar en el fomento del diálogo y de la moderación.

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Sólo lo político tiene solución

El Informe, sin embargo, establece una clara separación entre la política, de una parte, y la religión y la cultura, de otra; entre el terreno de lo negociable y el de lo que no lo es, cuando las religiones y la identidad cultural, militantes, se aferran a las verdades absolutas. Una nota de prensa hecha pública por la Secretaría de la Alianza al término de la reunión del Grupo de Alto Nivel en Estambul, en noviembre de 2006, dejó bien sentada la diferencia. Bajo el título Highlights of the HLG Report , después de pasar brevemente revista a la presente situación internacional, aparece la siguiente conclusión:

Notwithstanding the critical state of relations between Muslim and Western societies described in the Report, the High-level Group firmly asserts that there is nothing inevitable or insurmountable in these conditions. Indeed, because the causes of current tensions are political –and not religious or cultural- they are also solvable.

 

Los tres ámbitos propios

La Alianza de Civilizaciones, desde el primer momento, marcó distancias con otras iniciativas en marcha, ya fueran culturales, interreligiosas o interconfesionales, cuyo valor reconoció desde la primera hora, con las que nunca ha pretendido competir pero, precisamente por ello, cuidando de no confundirse con unas u otras. La Alianza, siempre ha procurado marcar su territorio en los tres ámbitos que le son propios por tratarse de una propuesta política, global y orientada a la acción. La Política en primer término, por eso son las Naciones Unidas el espacio natural donde se desenvuelve, y no la UNESCO, por ejemplo, que sí alberga el Diálogo de Civilizaciones y otras propuestas de carácter interreligioso o intercultural. La Globalidad, en segundo lugar, vocación que coincide con la de la ONU. La voluntad de Acción, finalmente, inseparable de la política, que se refleja en las Recomendaciones del Grupo de Alto Nivel, en el Plan de Acción para 2007-2009 elaborado por el Alto Representante, en las medidas concretas adoptadas en el I Foro reunido en Madrid a mediados de enero de 2008, y en el respaldo activo que prestan a la Alianza 73 gobiernos y 13 organizaciones internacionales integrantes del Grupo de Amigos. La Alianza tiene los pies sobre la tierra. Por eso no le basta un puro ejercicio de aproximación a la realidad. A ello responde también la invitación formulada por el doctor Sampaio a los miembros del Grupo de Amigos para que trasladen, a escala nacional, tanto los principios como los objetivos concretos que aquélla persigue, mediante lo que llamó “Estrategias Nacionales”, tratándose de países, y “Acuerdos de Partenariado”, si son organizaciones internacionales. España lo ha hecho ya, junto con Albania, Bulgaria, Portugal, Turquía y Nueva Zelanda.

Este empeño en la acción es definitorio también del compromiso que caracteriza a la Alianza de Civilizaciones. Representa la voluntad de dar un paso más, de incorporar un valor añadido a su discurso. Se refirió a este dato diferencial el Primer Ministro de Turquía en la primera reunión de los veinte miembros del Grupo de Alto Nivel en Palma de Mallorca el 27 de noviembre de 2005. Después de aludir a las actividades puestas en marcha para promover el diálogo entre religiones y culturas, Recep Tayyip Erdogan, dirigiéndose a aquéllos, afirmó:

However, to be frank, one can see that a great deal of these initiatives only highlight the need of dialogue by merely describing the current situation but fail to offer a strategic and pragmatic approach on what needs to be done in concrete terms. (…) What is expected of us, is not merely describing the problem we face today. We need to come up with an analytical evaluation of the underlying factors and identify the practical measures that will urge communities to work together for a common future. I believe that the very added value of the initiative will indeed be the Action Plan that you will prepare in this direction.

 

El Plan Nacional español

Aprobado en Consejo de Ministros el 11 de enero de 2008, este documento es resultado de un compromiso ineludible en el que no sólo están presentes la Historia y la Geografía. Responde también a un deber de coherencia y a un propósito de ilustración. De coherencia, por el origen español de la Alianza y por el copatrocinio hispano-turco de la misma. En consonancia con el discurso propio, con los principios éticos que inspiran la política gubernamental, con las medidas concretas puestas en marcha durante la legislatura 2004-2008, tales como la ley de Igualdad, la de Dependencia, la de Educación para la Ciudadanía. De ilustración asimismo. Hacia dentro, pues el Plan Nacional solamente vincula a la Administración Central, si bien pretende inspirar y estimular a las otras dos Administraciones Públicas, Autonómicas y Locales, así como, sobre todo, a la sociedad civil a la que, en definitiva, van dirigidas las 57 medidas que aquél contiene. También hacia el exterior, con parecida intención, sin perjuicio de que, al elaborar su respectivo plan nacional, cada país lo haga, inevitablemente, atendiendo a su situación geográfica, a su propia experiencia histórica y a la percepción que tenga de los problemas que más directamente le afectan. Ello no quita, sin embargo, para que el Plan Nacional español pueda ser también un acicate y una fuente de inspiración. ¿Acaso no son patrimonio común objetivos tales como la promoción del conocimiento mutuo y el aprecio de la diversidad, el fomento del aprecio de la diversidad y de una cultura de paz, la integración de los inmigrantes y la atención a la juventud?

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* Máximo Cajal

Diplomata jubilado em 2002. Embaixador na Guatemala, Suécia e França. Representante Permanente do Conselho do Atlântico Norte. Cônsul-geral em Nova Iorque, Lisboa e Montpellier. Secretário-geral de Política Exterior (1985-1988). Subsecretário de Assuntos Exteriores de Espanha (1991-1994).

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