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Tanto en la literatura científica como en los medios de comunicación de los países centrales, las mujeres arabo-musulmanas aparecen como las principales víctimas de sistemas patriarcales reforzados por la religión musulmana. Esta idea ha cobrado aún más peso durante la ocupación norteamericana de Afganistán y después de los movimientos de reislamización en todo el mundo. Siempre ha sido clave para alimentar una superioridad cultural en los países europeos y en Norteamérica, base de la legitimación de una serie de prácticas imperialistas y discriminatorias que se remontan a la época colonial y que llegan hasta las actuales leyes de inmigración. La construcción de las mujeres orientales como víctimas de sus propias culturas termina sirviendo a los países centrales para inferiorizar y primitivizar a éstas, y para cualificar una buena parte de las intervenciones extranjeras en los países árabes como portando una “salvación” para las mujeres. Debido a ello, el ámbito femenino se convierte en un espacio de intervención primordial de los organismos internacionales y de los países ricos en los países árabes. Aun reconociendo que en gran medida estas acciones se basan en una filosofía de victimización de las mujeres, hay que admitir que han contribuido al aumento de la igualdad jurídica en muchos lugares y a que muchos gobiernos árabes se vean obligados en intervenir en ciertos sectores como educación femenina o salud reproductiva. El lado sombrío de estas reformas es, por un lado, que se han llevado a cabo con ciertas elites y no han recogido sensibilidades que no encajaban en la idea del cambio que las organizaciones llevaban al país. Por otro, que la presión internacional solo se ha llevado a cabo cuando no contradecía otros intereses. Estas acciones internacionales, en forma de cooperación, ayuda a programas o implementación de grandes planes financiados, han tenido como objetivo prioritario promover el cambio jurídico en las Leyes o Códigos de la Familia, basados en el Islam en todos los países árabes, y que asumen una desigualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres. Prácticamente todos los Estados árabes han puesto reservas a la aceptación de la CEDAW (Convención para la Eliminación de todas las formas de discriminación de las mujeres), sobre la base de su incompatibilidad con alguno de los aspectos de los Códigos de Familia, basados en la Charia. En el cuadro puede verse un extracto de las principales figuras discriminatorias de los Códigos, así como de las fechas en las que estos han sido creados y modificados, siempre en el medio de conflictos sociales y políticos que apuntaban a diferentes modelos de sociedad. A continuación, se analiza la puesta en marcha de algunas de estas acciones, que han estado a veces en el marco de procesos de cambio mayores.
Los Planes de acción nacional y las leyes de familia La llamada Plataforma de Beijing para la Acción, surgida de la cumbre de Beijing, exhortaba a los Estados a desarrollar estrategias y a implementar programas que corrigieran la desigualdad y mejoraran la situación de las mujeres. Una buena parte de los gobiernos de los países árabes elaboró estos programas en los últimos años de los noventa, con el apoyo de organismos internacionales: las Naciones Unidas o el propio Banco Mundial. Sin embargo, en ocasiones, su implementa-ción levantó grandes polémicas en el seno de la sociedad, mostrando fracturas sociales. Estos programas han sido vistos como un instrumento imperialista por parte de grupos religiosos y nacionalistas, que capitalizaron políticamente su puesta en marcha. El mayor escollo para la aplicación de estos planes tiene que ver con la resistencia a los cambios jurídicos en las leyes del Estatuto Personal y de la familia, que regula los derechos y deberes en el matrimonio, el divorcio, la filiación y la herencia. Los Códigos de la Familia han sido el campo de batalla en el que se han entrenado diferentes grupos de poder en los países árabes. Las propuestas en uno u otro sentido: más cerca de una ley laica o de una concepción religiosa, han mostrado las posturas políticas y sociales en los diferentes lugares. Uno de los casos más interesantes es el de Marruecos en los primeros años del 2000. La propuesta de reformas del Código de la Familia del Plan de la integración de las mujeres en el desarrollo, que iba en la línea de hacer desaparecer la desigualdad jurídica entre hombres y mujeres, provocó un debate que dividió en dos al país: los “modernistas”, que defendían la puesta en marcha de las reformas, y los islamistas, que no aceptaban el marco del cambio. La protesta saltó a la calle, con enormes manifestaciones en Rabat y Casablanca en el 2000. Después de un pulso de tres años y medio, el Código acabó modificándose en la línea de los modernistas: control del repudio y la poligamia e igualdad entre los esposos, entre otras cosas, pero con el marco de los islamistas. En suma, las reformas fueron implementadas por una autoridad religiosa, el Rey, y no el gobierno, y justificadas a partir de la religión, no de los derechos humanos (Ramírez, 2004). Los códigos de la Familia que suponen una mayor igualdad entre hombres y mujeres no necesariamente se corresponden con una mayor cuota de libertades en el país. El caso de Túnez es emblemático, ya que teniendo desde 1956 un código igualitario, es uno de los países árabes donde menos se respetan los derechos humanos, según los Informes de las organizaciones más importantes de derechos humanos (Ver los dos Informes 2008 de Amnistía Internacional y de Human Rights Watch.) De hecho, este Código le permite a Túnez tener buena imagen en el exterior y obtener apoyos que pasan por alto su déficit de libertades. Los Estados autoritarios de los países árabes saben manipular bien estos símbolos. Movimientos, grupos, feminismos Las movilizaciones para reivindicar cambios en las Leyes se han producido en un contexto lleno de grupos que han crecido al calor de éstas y otras reivindicaciones. Se trata de movimientos sociales o de lucha los derechos humanos, como Diplômés Chomeurs en Marruecos o Kifayah en Egipto; de movimientos feministas, como Kafa en Líbano o la Asociación de la Mujer Nueva egipcia o la Unión de Acción Femenina (UAF) de Marruecos. Junto a estos, se han desarrollado otros que recogen sensibilidades transnacionales, como ATTAC, presente en varios países árabes. Los movimientos feministas liberales transnacionales, sobre todo después de Beijing 1995, han supuesto el crecimiento y apoyo de grupos similares en el mundo arabo-musulmán Hay aún otro tipo de movimientos ignorados como sociedad civil, pero con un poder de convocatoria cada vez mayor. Son los grupos religiosos. De muy diferente carácter, islamistas o caritativos, partidarios o barriales, han crecido a lo largo de los años noventa, con idiosincrasia variable según el país. Algunos de estos grupos islamistas tienen representación parlamentaria, como el PJD en Marruecos, o Hamás en Palestina; otros son perseguidos. En situaciones de paz, salvo excepciones, estos grupos son fuertemente reprimidos, tanto aquellos que ejercen la violencia, como los que tienen un ideario político no violento. Los Estados de los países árabes suelen aprovechar la guerra contra el terror para acabar con ellos, a los que consideran adversarios políticos, encontrando apoyo de las potencias occidentales para hacerlo. El resultado es una fuerte marginación de los colectivos anti-sistema, sean del tipo que sea. Es evitada la cooperación al desarrollo teniendo como contrapartes a estos grupos. Las intervenciones se hacen en connivencia con los gobiernos y elites que están manteniendo la desigualdad, y se refuerza aún más la marginación de los sectores populares. Entre estos grupos hay mujeres islamistas, en ocasiones bien organizadas, que plantean desde el Islam nuevas formas de relación política y a veces, de entender el feminismo, declarándose como parte de este movimiento (Ramírez, 2006). Es lo que se conoce en los últimos tiempos como feminismo musulmán, y se instala en el marco de otros feminismos llamados postcoloniales. Coinciden en el diagnóstico con las propias feministas convencionales, con las que tienen una difícil relación y emplean herramientas y soluciones diferentes. Su marginación política redunda en una segmentación cada vez mayor dentro de las poblaciones árabes, que es animada por las intervenciones internacionales, aunque cada vez se alzan más voces que apuestan por la inclusión de las voces de islamistas o izquierdas o anti-sistema en el diálogo con los países árabes. La Alianza surge desde el convencimiento de que hay dos civilizaciones diferentes, que han de poner los medios para acercarse, siendo éste el mismo planteamiento del choque de civilizaciones, y necesita del extrañamiento para legitimarse como proyecto político e ideológico. Aquí entran las mujeres, que se han construido habitualmente como la muestra de esa alteridad, que se refuerza a partir del discurso y de las intervenciones de Europa y los Estados Unidos en los países árabes, en dos frentes. Por un lado, a partir de la crítica a los sistemas jurídicos religiosos que marginan a las mujeres, pero apoyando a los mismos gobiernos que usan el Islam contra sus ciudadanas. Por otro, decidiendo la exclusión de los actores que no aceptan el sistema, puesto que los interlocutores son proporcionados por los gobiernos. De este modo, la acción internacional contribuye a consolidar a las elites ya presentes en el mundo árabe y a desempoderar a la mayoría de las mujeres, que cada vez más, alimenta las bases de las revueltas populares.Informação Complementar Guerra, ocupación y derechos de las mujeres Una cuestión en la que coinciden muchos análisis es que las crisis, la guerra contra el terror y la ocupación acentúan la vulnerabilidad de las minorías, puesto que hace que las posiciones más represivas impongan criterios que redundan en una merma de los derechos de aquéllas, incluidas las mujeres. Esto es lo que ocurre en los puntos más calientes del mundo arabo-musulmán, como Irak y Palestina, donde las cuestiones sobre el modelo de sociedad son urgentes y desembocan en una pregunta por la identidad y su relación con estructuras asociadas a una supuesta tradición musulmana, que suelen ir a favor del refuerzo de poder de viejas elites que cortapisan el acceso a derechos de las mujeres. El caso de Iraq es muy significativo. Desde su conversión en república, en 1958, Irak instauró una Ley del Estatuto Personal que concedía nuevos derechos a las mujeres, ausentes en la legislación anterior, enteramente basada en una interpretación tradicionalista de la Charia. Cambios de gobierno en los últimos sesenta incidieron en una relectura que recortó los derechos femeninos a la herencia. Pero el acceso de las iraquíes a la educación y al trabajo remunerado era imparable. La importancia económica de las mujeres durante la guerra con Irán pareció, por un lado, apuntalar los avances en derechos. Por otro, sin embargo, el gobierno de Sadam Hussein buscó aliados en los grupos sunníes más conservadores, con lo que los derechos de las mujeres se pusieron una vez más en cuestión (Lasky, 2006). Pero la Ley del Estatuto Personal, considerada como progresista en el entorno de los países arabo-musulmanes, se mantuvo solo hasta la ocupación norteamericana. En diciembre de 2003, el gobierno apoyado por Estados Unidos en Iraq, el Consejo de Gobierno iraquí (el IGC), instigado por sus clérigos tradicionalistas shiíes, derogó la Ley del Estatuto Personal y reinstauró la Charia (Colp Rubin, 2008), si bien en una versión lo suficientemente ambigua como para que pueda ser aplicada de muy diferentes modos, lo cual significa que en manos de grupos tradicionalistas, se convertirá en un arma contra los derechos de las mujeres. Es la llamada Resolución 137 (Usher, 2004), que subordina los derechos de las mujeres a normas religiosas y étnicas (Coleman, 2006) La intervención extranjera, en este caso, degrada aún más el acceso a derechos por parte de las mujeres, que ya pasaba por un muy complicado momento bajo Sadam Hussein. * Ángeles Ramírez Professora de Antropología Social do Departamento de Antropología Social da Universidad Autónoma de Madrid. Foi investigadora na Universidade de Princeton e leccionou nas Universidades de Alicante e de Castilla-La Mancha. Coordenadora do estudo Gender and Remittances: Building Gender-Responsive Local Development, para o PNUD. Investiga sobre associativismo feminino religioso em Marrocos e sobre a diáspora marroquina na Europa. Referências bibliográficas Amnistía Internacional (2008) – Informe 2008 de Amnistía Internacional. Human Rights Watch (2008) – World Report 2008. COLEMAN, Isobel (2006) – “Women, Islam, and the New Iraq”, en Foreign Affairs, January/ February 2006. RUBIN, Judith Colp – “Women in the new Iraq”, en MERIA, Vol. 12, N.º 3 – September 2008. LASKY, Marjorie P. (2006) – “Iraqi Women under siege”. Codepink. Women for Peace and Global Exchange (with contributions from Medea Benjamin and Andrea Buffa (www.codepinkalert.org/downloads/IraqiWomenReport.pdf). PNUD (2005) – Arab Human Development Report 2005. Empowerment of Arab Women. RAMÍREZ, Ángeles (2004) – “¿Oriente es oriente? Feminismo e islamismo en Marruecos”, en Revista Internacional de Sociología, vol. 39, 9-33. (2006) “Women's Movements in Morocco: Gender Discourses and Political Strategies”, en Etnografica, X, 1: 107-120. ALMODÓVAR, Caridad Ruiz de (2005) – El derecho privado en los países árabes. Códigos de Estatuto Personal. Granada: Fundación Euroárabe. USHER, Graham (2004) – “Mother Iraq. Women in Iraq fear that the American occupation may have replaced one kind of tyranny with another”. Al-Ahram 26 February – 3 March 2004, Issue N.º 679.Dados adicionais Gráficos / Tabelas / Imagens / Infografia / Mapas (clique nos links disponíveis) Países miembros de la Liga Árabe Los códigos de la familia en el mundo árabe
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